Flaming June (Junio ardiente)
Te invitamos a conocer más a fondo la obra de Frederic Leighton, pintor y escultor inglés cuya obra destaca por su frescura y originalidad
Frederic Leighton fue uno de los pintores ingleses más reconocidos durante el reinado de la reina Victoria I (1837 a 1901). Ejerció también como escultor, y fue nombrado presidente de la Royal Academy. Aunque consiguió el reconocimiento de la corte, al ser nombrado Sir y barón de Stretton en el año de su muerte, no tuvo apenas seguidores de su arte en vida.
La revolución industrial, el imperialismo y el desequilibrio entre una clase dominante orgullosa, rica, soberbia y excéntrica, rodeada de miseria y esclavitud, generó una fuerte reacción en el arte. Muchos artistas se enfrentaron al academicismo reinante produciendo obras imaginativas, coloridas, despreocupadas, evocadoras de un mundo de hadas, naciendo así la pintura victoriana.
Al llegar un nuevo movimiento pictórico, el de las Vanguardias y con ellas la Modernidad, cobra más sentido la representación del mundo interior. Por ese motivo, la técnica victoriana pasa a ser despreciada durante décadas, por considerarse superficial, un mero arte decorativo.
Prueba de ello es que la obra ante la que nos encontramos, Ardiente sol de junio, pasó de un propietario a otro, llegando a ser subastada en la década de los 60 por importe inferior a su precio de reserva mínimo (140 dólares). En 1963, el empresario y político portorriqueño Luis A. Ferrer encontró la obra en un rincón de una galería de Amsterdam. No encontraba candidatos a la compra, le informó el galerista, por considerarse una técnica anticuada. Ferrer ofreció por ella 10.000 dólares, y así la trasladó al museo de Arte Ponce en Puerto Rico, donde se muestra de forma prominente.
Rescatada de esta forma del olvido, la obra ha sido cedida temporalmente a exposiciones en la Galería Estatal de Stuttgart (Alemania, 2009), la Frick Colletion (Nueva York, 2015) o el Museo del Prado (España, 2018).
Ardiente sol de junio, es probablemente la obra maestra de Leighton. El trabajo se desarrolló siguiendo el riguroso método de las academias europeas, tras numerosos bocetos preparatorios. Trabajó con una modelo inicialmente desnuda hasta definir la composición deseada. Posteriormente desarrolló bocetos con óleo con la modelo ya vestida.
El cuadro representa a una muchacha londinense, Dorothy John, sumida en un profundo sueño. La extraña composición del cuadro, atrapa inmediatamente la atención del espectador. Resalta la descompensación entre la parte superior, más pequeña, y la inferior del cuerpo, remarcada en un plano más cercano. Ambas piernas se encuentran dobladas, la izquierda en posición superior reposando sobre el asiento y la derecha apenas apoyada en el suelo. Los brazos figuran desnudos, doblados, enmarcando el pecho. La cabeza reposa sobre el hombro derecho. El cuerpo está cubierto por una túnica de un vibrante color naranja rojizo, que deja entrever al tiempo que oculta. Para el resto de la representación, se utilizan tonos medios.
Las piernas transmiten sensación de robustez física, mientras que brazos, torso y cabeza transmiten quietud, delicadeza, pasividad y enorme sensualidad. Sobre la cabeza, se observa una adelfa, y tras la misma, al fondo, un mar calmo y brillante. Se sabe por los bocetos previos, que Leighton incorporó una pequeña isla, que fue finalmente suprimida en la obra final.
En la parte superior del cuadro, aparece un toldo que enmarca la composición. Se muestra a la joven en un ambiente de serenidad, dulzura casi inerte. Pero tras esa inicial impresión, la sensación posterior es de intranquilidad. ¿Por qué ese color en la vestimenta? ¿Quién la observa mientras duerme? ¿Por qué se aparece una adelfa? ¿Qué simboliza el mar al fondo? ¿Qué hay detrás de ese sueño tan profundo?
Sabemos que el color naranja rojizo evoca deseo, pasión sexual, placer, dominio. La adelfa es un arbusto mediterráneo con propiedades venenosas, capaz de provocar parada cardiaca. El mar al fondo transmite tranquilidad, quietud. En la poesía victoriana el sueño se acerca a la idea de la muerte. Por todo ello, una posible interpretación sería que estaríamos ante una femme fatal, más que ante una bella durmiente, provocadora quizá una pasión extramatrimonial de fatales consecuencias.
Quizá simplemente, Leighton quisiera simplemente representar la premonición de su propia muerte, ya que falleció apenas ocho meses tras concluir la obra. Sea como fuera, esta obra tiene un hechizo del que es difícil escapar, reivindicando la técnica victoriana como una de las épocas más bellas de la pintura.